Ya os comentaba al inicio, que es más adecuado hablar de Filosofía Montessori que de método, porque el aprendizaje del niño tiene más que ver con algo «programado» por la naturaleza (que le permite adaptarse a todos los ambientes), que con un método entendido como algo que podamos controlar los adultos.
El medio ambiente en el que se desenvuelve el niño es lo que permite y, a la vez, provoca que se desarrollen todas sus potencialidades. Estas habilidades se desarrollan de forma más o menos similar en todos los niños del mundo: Es lo que la Dra. Montessori llamó «Periodos sensibles». Sin embargo, no cabe duda que, aunque el planteamiento de estos periodos es igual para todos los niños, cada pequeño tiene su propio «programa interior», que permite que desarrolle antes o después sus potencialidades. Por eso, la máxima Montessori es «Sigue al niño», porque nadie mejor que él sabe lo que necesita en cada momento de su desarrollo.
Esta idea puede resultar compleja de asumir, pues no parece muy razonable que niños tan pequeños, que apenas andan, tengan tanto control sobre su aprendizaje, pero la realidad es que les subestimamos constantemente. Desde que nacen (antes de tiempo debido la bipedestación), tienen mucho que aprender y nadie se lo enseña. Nadie les enseña a masticar comida, a voltearse, gatear o a decir sus primeras palabras (aunque nosotros creamos que sí) Son ellos los que absorben del ambiente lo que necesitan para comer, moverse, comunicarse, etc. Por eso se dice que cada niño es un mundo y cada uno sigue su propio ritmo de desarrollo, aunque muchas veces lo digamos en bajito porque no nos lo creemos del todo. ¡Dejad que vuestros niños os muestren su desbordante personalidad secreta!
Entrando en materia, el concepto periodo sensible hace referencia a unas ventanas de oportunidad en las que el niño se muestra muy interesado hacía un aprendizaje concreto, y fue tomado de otros científicos: Hugo De Vries y Jacques Loeb, botánico y entomólogo, respectivamente. En concreto, María Montessori cita en El niño, el secreto de la infancia el caso de la oruga, que dependiendo de la fase en la que esté, tiene unas sensibilidades u otras, y es el paso entre ellas lo que garantiza su supervivencia (aunque en La mente absorbente solo habla de De Vries, el ejemplo de la oruga es de Loeb).
En un sentido estrictamente técnico, los periodos sensibles son espacios de tiempo o ventanas de oportunidad durante los cuales el niño tiene una motivación intrínseca, casi irresistible, hacia algunos aspectos de su medio ambiente. Este interés desmedido le conduce a que repita las mismas acciones constantemente. Así las cosas, la combinación de repetición, sensibilidad y motivación hace que se desarrollen de forma natural, sencilla y rápida las habilidades humanas. Son exclusivos del primer plano del desarrollo, su motivación es inconsciente, como una guía interior innata que les motiva para hacer algo concreto, y son prácticamente inmunes a las motivaciones externas. No obstante, son transitorios, no duran para siempre, por lo que, una vez que el periodo sensible termina, es mucho más difícil poder desarrollar esa habilidad.
Hay un cierto debate respecto a la duración y el número de periodos sensibles que podemos identificar en Montessori. Durante esta lección hablaremos de cuatro, pero, por ejemplo, en el libro de Tim Seldin, Cómo obtener lo mejor de tus hijos: Desarrolla sus capacidades y potencia su autoestima con el método Montessori, vienen bastantes más.
– Periodo sensible al orden (desde el nacimiento hasta los 4,5 años)
Los niños son muy sensibles al orden exterior desde que nacen, pues es lo que les permite entender el medio ambiente al que han llegado. Les permite asociar, clasificar y dar un lugar a cada cosa y cada persona en el tiempo y en el espacio. Un medio ambiente ordenado ayuda a los pequeños a construir su pensamiento y comprender el mundo, al tiempo que les da seguridad y les permite orientarse. No obstante, los niños no entienden el orden como lo entendemos los adultos (como limpieza), sino como estructura, como algo que se repite y les da seguridad, pues les permite situarse en el tiempo y el espacio.
– Periodo sensible al movimiento (desde el nacimiento hasta los 4,5 años)
El movimiento es algo natural para los niños pequeños, algo que les guiará en una doble vertiente: la locomoción y el movimiento de las manos. Al principio, la sensibilidad motriz les ayudará a mover sus manos y, poco a poco, aprenderán a voltearse, girarse, gatear y caminar, sin que nadie les enseñe, gracias a su mente absorbente. También les ayuda a construir su pensamiento, les proporciona autonomía, y, sobre todo, les lleva a desarrollar la inteligencia y la voluntad.
– Periodo sensible al refinamiento sensorial (desde el nacimiento hasta los 4,5 años)
La mente absorbente del niño se nutre de la información que le llega de los sentidos, le ayuda a conocer el mundo, sobre todo a través del tacto con las manos. «No le des al cerebro más de lo que le das a la mano», es otra máxima Montessori.
Este refinamiento sensorial sucede especialmente respecto de los objetos pequeños (por ejemplo, las perlas que se usan en matemáticas en Montessori) A los niños muy pequeños también les atraen muchísimo los objetos pequeños, casi minúsculos, de su ambiente. Cuanto más pequeños, más les atraen, como si estuvieran identificando los límites de lo que puede ser o no percibido, permitiéndoles también desarrollar la motricidad fina y la relación óculo-manual. Una forma muy segura de permitirles explorar sin riesgo objetos pequeños es ofrecerles guisantes o maíz (Alimentación complementaria a demanda).
– Periodo sensible al lenguaje (desde el nacimiento hasta los 6 años)
Es el único periodo sensible que continua más allá de los 4,5 años, quizás porque la capacidad de comunicarnos no es sólo oral, sino también por escrito, y es a partir de esta edad cuando los niños empiezan a mostrar interés por las letras.
La mente absorbente permite al niño asimilar todas las lenguas que puedan hablarse en su entorno, de forma sencilla y sin esfuerzo. El periodo álgido se produce en torno a los dos años, en los que se produce una explosión oral increíble, por la que el niño pasa de ser un bebé que apenas habla, a ser un niño pequeño con muchas ganas de comunicarse.
Finalmente, os cuento que en mi formación como Asistente AMI nos concretaron algo más en el límite temporal sobre los periodos sensibles en el primer plano de desarrollo:
– Periodo sensible al orden (desde el año hasta los 3 años, tiene su cúspide alrededor de los dos años). El periodo sensitivo del orden está ligado a otro, el periodo sensitivo de las cosas pequeñas, que se muestra en el niño entre uno y dos años con cúspide alrededor de los dos años de edad.
– Periodo sensible al refinamiento del movimiento (desde los 2.5 años hasta los 4, años, tiene su cúspide antes de los 3 años).
– Periodo sensible al refinamiento de las percepciones sensoriales (desde el nacimiento hasta los 6 años, tiene su cúspide a los 4 años).
– Periodo sensible al lenguaje (desde antes del nacimiento hasta los 5-6 años). Dentro de este periodo sensible, existe un periodo sensitivo de la escritura, entre los 3 años y medio y 4 años y medio, un periodo en el que tiene mucho interés en conocer estos sonidos y el momento ideal para introducir el material de las letras de lija. A los cinco años, sucede el periodo sensitivo de decodificar palabras, lo cual lleva al niño al desarrollo de la habilidad para leer. Primero descifran y luego interpretan lo que leen, que requiere una mayor abstracción.
Podemos debatir en el foro qué periodos concretos se ajustan más a lo que habéis visto en vuestros hijos si os apetece 🙂 ¿Os parece que el periodo sensible de cosas pequeñas se ajusta más al periodo sensible del orden o de las percepciones sensoriales?
* Periodo sensible al desarrollo social
En ocasiones se incluye un quinto periodo sensible enfocado a la socialización o relaciones sociales, aunque podría verse también como una forma que tiene la mente absorbente de adaptarse al medio ambiente. A consecuencia de la capacidad/necesidad de adaptación al medio ambiente, el niño tiene una fascinación hacia los miembros de su especie. Viviendo en un grupo social, el niño puede adaptarse a la que será su sociedad y, gracias a su mente absorbente, interiorizará, mediante la imitación, todos los comportamientos del grupo social.
Otras sensibilidades que figuran en el libro de Tim Seldin son: Movimiento, Lenguaje, Pequeños Objetos, Orden, Sentidos, Gracia y cortesía, Música, Relaciones espaciales, Matemáticas, Control de esfínteres, Escritura, Lectura. Os lo podéis descargar aquí.
Cómo identificar periodos sensibles:
Es una respuesta fácil y difícil de dar, pero habría que partir de la observación. Todo lo que trabajamos en la lección anterior iba encaminado a esto, sin olvidar que no podemos dejar de seguir al niño y que un periodo sensible para un niño no tiene que serlo necesariamente para otro.
En general, podemos guiarnos por lo siguiente:
- Atracción urgente hacia una actividad concreta, y si no puede llegar a ella y/o usarla, se mostrará muy enfadado.
- Repetición constante que lo lleva a concentrarse.
- Alegría pura cuando logra completar la tarea.
- Desinterés total una vez satisfecha su necesidad.
Pero los periodos sensitivos pueden aclarar muchos caprichos infantiles; no todos, pues existen diversas causas de luchas internas, y además muchos caprichos ya son la consecuencia de desviaciones de la normalidad que se agravan más con un tratamiento erróneo. Pero los caprichos relacionados con los conflictos internos que tienen lugar durante los periodos sensitivos son tan pasajeros como el periodo sensitivo mismo, y no dejan huellas en el carácter. No obstante, comportan la grave consecuencia de obstaculizar el desarrollo, lo cual es irreparable en el futuro desarrollo de la vida síquica.
LAS CRISIS DEL DESARROLLO
En el libro Un ser humano, Silvana Quatrocci expone que existen una serie de crisis del desarrollo en la infancia del niño de los cero hasta los tres años, que pueden relacionarse en gran medida con el concepto de los periodos sensibles. No deben ser tenidos en cuenta como algo negativo, sino como una transición entre dos etapas de la vida. Son las siguientes:
– Crisis del nacimiento.
Una vez que el niño nace y se separa del cuerpo de su madre, es necesario que pueda utilizar sus órganos vitales: Respirar, comer, digerir el alimento, etc. Todo ello en un ambiente mucho más hostil que el que conocía, el vientre, seguro y agradable, de su madre. Es su primera demostración de independencia, pero en la que va a contar con ayuda: su madre, ahora desde fuera, le ayudará en todos los nuevos retos a los que se enfrente.
– La crisis de la alimentación complementaria.
Una vez que el niño, el bebé, ya ha aprendido a vivir solo, fuera del cuerpo de su madre, llega el momento en el que va a separarse aún más de ella y va a empezar a alimentarse solo. Es un paso enorme para su independencia y debemos celebrarlo como se merece.
– La crisis del movimiento.
Aunque Silvana afirmaba que: «Tal vez sería mejor llamar a este periodo crisis de la clara percepción del sí mismo y del mundo». El niño comienza a gatear y, posteriormente, a andar, lo que le lleva a una separación más: la separación física de poder alejarse de su madre. En este periodo debemos ofrecerles un espacio seguro en el que puedan explorar libremente y numerosas oportunidades de desarrollo motor grueso.
– La crisis de la oposición o «crisis del reconocimiento del ego»
Ocurre a los 30-36 meses de edad, incluso antes, y es la última de este periodo, quizás la más importante para el embrión espiritual (el niño de los cero a los tres años), pues es la que permite la construcción de su personalidad. Tiene una connotación negativa, pero realmente es algo digno de ser celebrado. El niño reafirma su personalidad, negando la del otro, por eso nos dicen no a todo y por eso ocurren las «famosas rabietas» y demás explosiones emocionales de la aDOSlescencia 🙂 Es el momento de ofrecerles elecciones, evaluadas por nosotros previamente, y encontrar el equilibrio entre normas, autonomía y libertad.
En nuestros procesos de crecimiento hay momentos especiales llamados crisis evolutivas, en los cuales se produce una importante transición entre dos etapas de la vida. El ser humano debe haber preparado el equipo necesario para efectuar este cambio, lo que le permite seguir avanzando en el camino del desarrollo personal. Las distintas fases del desarrollo requieren la adquisición de diferentes capacidades. Este no debería ser un mero progreso cronológico, sino uno que implique la presencia de diferentes capacidades físicas y psicológicas.
La palabra “crisis” puede ser ambigua, ya que en el lenguaje cotidiano generalmente se usa para problemas. “Tener una crisis” tiene la connotación negativa de estar pasando por un período lleno de dificultades que uno no sabe cómo resolver y que son una dura prueba para la persona que las vive. Pero éste no es el significado original de esta palabra griega que significa “juicio”, de modo que “estar en una crisis” implica estar en una situación en que uno es sometido a una prueba. En las crisis evolutivas, lo que se pone a prueba es el grado de preparación necesario para progresar en el camino de la humanización.
Silvana Quattrocchi, Un ser humano
TAREAS
1/ Identificad en qué periodo sensible están vuestros hijos. Para ello, ayudaros de las hojas de observación de la última lección. Si no las descargaste, puedes hacerlo aquí.
2/ Reflexionad sobre cómo permitimos a nuestros hijos desarrollar su autonomía, en nuestra casa y/o en el cole.
Resumen de la lección:
- Los periodos sensibles son ventanas de oportunidad por las que los niños desarrollan una habilidad, guiados por su fuerza interior.
- Su clasificación varia según la doctrina montessoriana que estudiemos, los clasifican entre 4 y 13 periodos.
- Son propios del primer plano de desarrollo, es decir, de los cero a los seis años.
- Podemos identificarlos mediante la observación activa.
- Las crisis de desarrollo como etapas de transición que conducen a la humanización.