En la lección de hoy comenzamos con el último bloque del curso, en concreto, hablamos sobre premios y castigos, porque no tienen cabida dentro de la filosofía Montessori y porque no favorecen la motivación intrínseca de los niños. También hablamos de los halagos vacíos y de la diferencia entre alentar y halagar.

En las escuelas Montessori, los niños son libres de trabajar en lo que ellos consideren durante toda la jornada, el niño se relaciona directamente con el material que, como indicamos al principio, es autocorrectivo, es decir, el control del error es muy evidente y tangible. El guía Montessori facilita una presentación que suele ser individual (aunque no hay motivo para no hacerla en grupo) y no interviene más en el proceso, salvo si el niño lo demanda o el guía detecte algo que le motive a intervenir (que pueda pensar que el niño ha pasado demasiado pronto por un material o que maltrate el material cuando se incorporan a la escuela).

La libertad en las escuelas Montessori es algo importantísimo para la dinámica del método y se manifiesta de varias maneras:

  • La libertad de elegir un compañero para trabajar o trabajar solos sin que nadie les moleste, incluso para charlar siempre que no molesten a los demás niños.
  • La libertad para moverse por el espacio del aula y normalmente almorzar cuando lo deseen en un espacio habilitado.
  • La libertad para elegir que trabajo realizar y repetirlo las veces que desee, o dejar de hacerlo. Cabe la posibilidad, incluso, de hacer un trabajo no disponible en el aula.

Las preguntas que os estaréis haciendo son: ¿Cómo sabe el niño si lo ha hecho bien o lo ha hecho mal? ¿Como sabe si avanza o se estanca con algo? Es por eso que os preguntaba, en vuestro día a día, como nos evaluamos en las actividades que no requieren de supervisión de nuestros superiores.

En una escuela Montessori, los niños, al contrario de lo que ocurre en la escuela tradicional, son responsables de su aprendizaje y el control del error forma parte del proceso, por eso, un guía Montessori no interfiere ni para alabar, ni para castigar ni para corregir errores. Como el material que maneja el niño es autocorrectivo, no necesita que nadie venga a hacerle ver su error, pues ya lo ve el mismo, y si no lo ve, será que todavía no está preparado para entenderlo. Además, su objetivo no es ser perfecto, no es no confundirse al hacer una suma o una resta o leer una palabra; su objeto es practicar, para hacerlo lo mejor posible, porque es la forma que tiene un ser humano de acercarse al conocimiento. De esta forma, el error recupera su función: ser el motor del aprendizaje y no algo a evitar continuamente, o algo ajeno a nosotros que debe revisar un profesor.

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Por suerte, los castigos físicos se abolieron hace tiempo, los castigos de otro tipo perduran, pero ya hemos visto que realmente no tienen mucho sentido a la hora de modificar el proceso de aprendizaje del niño. Pero, ¿y los premios? ¿Por qué van a ser «malos» cuando son cosas favorables para el niño?

Los premios son la cara B de los castigos. De hecho, en investigaciones sobre los procesos mentales que se llevan a cabo en el conductismo, se ha demostrado que el uso de solo castigos, refuerzos negativos, no es eficaz, es necesario completarlos con premios, refuerzos positivos, para que el método tenga éxito. Dar una de cal y otra de arena, como se suele decir popularmente.

En definitiva el uso de premios y de castigos provoca que el niño sea ajeno a su trabajo y/o comportamiento. Si va a venir alguien externo a valorarlo, ¿que sentido puede tener la autocrítica? O peor, con el uso de premios y castigos se corre el riesgo de que el niño no innove, no cree, no desarrolle toda su creatividad, no se atreva a correr riesgos y probar cosas nuevas. Si me confundo, no me llevaré un premio, o peor, recibiré un castigo, mejor continuo como hasta ahora, dentro del camino marcado. De esta forma, el niño pierde su energía para guiarse a sí mismo y delega esa tarea en los demás (padres y profesores)

 
Los premios y los castigos, en cuanto resultan extraños al trabajo espontaneo del desarrollo del niño, suprimen y ofenden la espontaneidad del espíritu. Por esto no pueden darse en las escuelas que, como las nuestras, quieren defender y hacer posible la espontaneidad. Los niños dejados libres, son absolutamente indiferentes a los premios y a los castigos.
María Montessori

La mente absorbente

¿Que es un error?

Reflexionemos, ¿en que consiste exactamente equivocarse? La RAE lo define así:

Error.

(Del lat. error, -ōris).

m.Concepto equivocado o juicio falso.
m.Acción desacertada o equivocada.
m.Cosa hecha erradamente.

Tiene una connotación negativa, ¿verdad? Sin embargo, errar es lo que nos permite comprender mejor cualquier proceso, y, por tanto, dominarlo. Continuamente nos equivocamos, a todas horas, pues no somos perfectos, ¡ni queremos serlo! Cuanto más nos arriesgamos, más nos equivocamos, y eso nos suele llenar de frustración y resentimiento. ¿No sería más bonito tener una actitud positiva hacia el error y considerarlo un compañero de viaje, que tiene por finalidad mejorarnos a cada momento? Quizás para nosotros ya sea tarde, pero nuestros hijos aún tienen una mente absorbente, aún están interiorizando el ambiente en el que van a vivir, hagamos pues un esfuerzo por valorar nuestros errores delante suya, como lo que nos permite mejorar y aprender, y no lo que nos atrasa y nos enfada.

El niño, desde que nace, tiene una relación natural y espontánea con el error, practica y practica para hacer algo, por ejemplo, coger un objeto cuando descubre que puede controlar sus manos. Fallará, fallará y acertará. Fallará un par de veces, mas es lo que le hará perfeccionar la técnica hasta dominarla. Exactamente pasará lo mismo al aprender a gatear, cuando se cae de culo al empezar a andar o cuando dice sus primeras palabras. El error es el amigo del niño, porque le ayuda a dominar el mundo al que ha venido a adaptarse. No tiene que esforzarse en corregirlo, pues se corrige solo casi espontáneamente sin mucho esfuerzo (los adultos no andamos tambaleándonos como los niños de un año, ni nos llenamos la ropa de sopa cuando comemos, bueno, algunos todavía sí ;D )

En definitiva, debemos aceptar el error como parte de nuestras vidas y como un nuevo nexo de unión con nuestros hijos. Los adultos son más capaces de hacer ciertas tareas, los niños tienen mayor entusiasmo para llevar otras a cabo, pero lo que ambos tenemos en común es que nos equivocamos. Nos aproximan, nos ponen a la misma altura, nos unen y nos conectan. Nos hacen más humildes, más imperfectos, más humanos.

Los errores cometidos por los adultos tienen algo interesante, y los niños simpatizan con ellos, aunque de forma completamente distanciada. Para ellos, es un aspecto de la naturaleza, y el hecho de que todos podamos equivocarnos provoca en su corazón un gran afecto; es una nueva razón de unión entre madre y niño

¿Qué hacer cuando los niños se equivocan al comportarse?

Es decir, ¿qué podemos hacer si no podemos aplicar castigos ni premios? Todo en esta vida tiene consecuencias, todo absolutamente. Desde que nace el niño lo experimenta, cuando deja caer un objeto que le hemos dado continuamente (para nuestro enojo y frustración), cuando quiere ver que pasa al llenar el bidé de agua y al final inunda el baño (para nuestro enojo y frustración), cuando no quiere ponerse el abrigo para salir a la calle, etc. Si reflexionamos, son nuestro enojo y frustración lo que no es coherente, puesto que ellos solos están experimentando de acuerdo al periodo sensible en el que están.

En todo caso, como padres tenemos dos opciones: intervenir o dejar hacer. Elegir una u otra dependerá de nuestras creencias y del peligro que corra el niño. Por ejemplo, yo sé que son los virus y las bacterias los que hacen enfermar a los niños, pero para otra persona puede ser el frío. Entonces, obligarán al niño a ponerse un abrigo inmediatamente. No crítico, ni juzgo, hay cosas que tenemos tan interiorizadas que nos cuesta cambiar, es solo un ejemplo. Tanto la madre «dramamamá» como la «hippie flower power» (entendedme con cariño) se mostrarán muy firmes ante el niño que quiere salir corriendo hacia la carretera o quiere trepar por una ventana.

Si sus errores:

  • no implican riesgos en su integridad física (carretera).
  • ni chocan con nuestras creencias (ejemplo, maltratar un gato o un insecto o derrochar agua).
  • ni son un perjuicio para otras personas (violencia física o verbal hacia otro niño).

NO debemos intervenir.

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Si el niño inunda al baño, pídele que lo limpie -y ayúdale si es necesario-; si juega de forma incorrecta con un juguete y se rompe, ayúdale a arreglarlo, si llegáis tarde a la biblioteca y se entretiene, con cariño recordadle el motivo de nuestra premura (y recordad que los niños viven en el presente y les cuesta anticiparse) y si está cerrada, acompañadle en su frustración porque no puede coger más libros. En definitiva, cuando vuestro hijo se confunda, tratadle como un igual, porque lo es. Tratadle como cuando se confunde vuestra pareja, vuestros hermanos, padres o amigos.

Los límites.

La palabra límite, al igual que la palabra disciplina y la palabra obediencia no nos suele gustar, nos produce un escalofrío, nos hace sentir que los niños y los padres no tenemos una relación de horizontalidad sino de verticalidad. En otro tipo de ambientes, por otro lado, estamos acostumbrados a oír «Los niños necesitan límites» como si fuera una necesidad de los niños y no nuestra, y como si los adultos no los necesitáramos ni los tuviéramos.

En general, en un ambiente Montessori hay tres límites: sobre el resto de los compañeros y el guía, sobre nosotros mismos y sobre el ambiente preparado. En una casa es exactamente igual, y como no aplicamos premios y castigos, acaban interiorizando estos límites poco a poco, no por la opresión del adulto, sino porque a través de nuestro ejemplo acabaran asimilando, primero de forma inconsciente y después de forma consciente, cuales son las normas y límites de nuestro hogar. Pronto podrán incluso proponer algunos cambios y nuevas normas, y lo harán siempre desde el amor y el respeto y no desde la coherción.

Todos tenemos límites, todos los ponemos y normalmente los acatamos. En familias democráticas se pueden razonar y discutir en asambleas y elaborar juntos nuevos límites y normas. Recordad que los niños de tres años aún no suelen tener una mente racional, sino que esta es inconsciente, en estos casos solo podemos distraer y acompañar y, por supuesto, reevaluar si el límite que hemos puesto es coherente: Adecuado para su nivel de desarrollo y adecuado para su seguridad.

  • Si es adecuado para su desarrollo y su seguridad, debemos mantenerlo.
  • Si es adecuado para su nivel de desarrollo, pero no para su seguridad, debemos cambiarlo.
  • Si no es adecuado para su nivel de desarrollo ni para se seguridad, debemos cambiarlo también.
  • Si no es adecuado para su nivel de desarrollo pero necesario para su seguridad (Ejemplo: cruzar de la mano), debemos mantenerlo e intentar anticiparnos y acompañarles cuando se sientan frustrados por no poder hacer lo que desean.

En todo caso, debemos ser conscientes de que no es un desafío, ni un pulso, es solo una necesidad del niño que no podemos dejar que satisfaga por su seguridad. Hasta que puedan desarrollar su voluntad sin peligro, debemos imponerles la nuestra. Esto pasará hasta los tres años más o menos, edad en la que empezará a entender cuales son las consecuencias posibles de sus actos y una verdad indiscutible: Para que exista libertad en una sociedad tiene que haber límites (si viviéramos solos y aislados no los necesitaríamos, surgen al vivir en comunidad)

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Las consecuencias

Las consecuencias naturales son muy sencillas de ver y comprender (Si derraman el agua, todo queda mojado, por lo que tenemos que limpiarlo; si arrastran una silla, hace ruido y molesta a los demás), así que no me detendré mucho en ellas más que para deciros que son las más deseables. También hay veces que no podemos permitir que experimenten las consecuencias de sus actos y, en la mayoría de los casos, estas prohibiciones tienen que ver con su seguridad, el respeto a los demás o nuestras convicciones (El. Cruzar solos, maltratar al gato o derrochar agua) Por lo que hay que impedirlo, con cariño, pero con firmeza. Distraer, si son muy pequeños, es la mejor opción, pero siempre acompañarles en sus frustraciones sin juzgar.

Sin embargo, no siempre las consecuencias son naturales, así que hay que tener cuidado con no utilizar la palabra consecuencia como un eufemismo de castigo. Las consecuencias lógicas son bastante peligrosas en la crianza porque la línea que los separa de los castigos es muy, muy fina, y podemos estar usándolas como un eufemismo de castigo sin darnos cuenta.

Una consecuencia lógica tiene que cumplir con cuatro requisitos esenciales (relacionada,respetuosa, razonable y revelada con anticipación) Por ejemplo, si no terminas de comer no iremos al parque no es una consecuencia lógica, es un castigo, ¿por qué? Porqué no está relacionado (¿qué tiene que ver el parque con la comida?), no es respetuoso (estás obligando a comer a una persona), ni es razonable (¡Tampoco es razonable este chantaje!) La consecuencia natural de no comer es tener hambre (o, quizás, en primer lugar, no necesitaba comer porque no tenía hambre en ese momento)

Incluso aunque una consecuencia lógica esté ya planteada como norma (en una reunión o mini asamblea familiar) es mejor enfocarse en las soluciones. Por ejemplo, el conflicto recoger los juguetes antes de acostarnos. Si se plantea este conflicto en casa, solemos llegar a un acuerdo, por ejemplo, os ayudamos papá y yo a recoger aunque solo nos de tiempo a leer un cuento, o podemos recoger la mitad ahora y la otra mitad cuando nos levantemos mañana. Lo importante no es que esté recogido, sino que todos sintamos que  estemos a gusto, respetados, valorados y que pertenecemos a nuestra familia.

Este tipo de normas y límites son difícil de aceptar e interiorizar por niños menores de tres años (en los que su mente es absorbente inconsciente, tal y como vimos en la lección sobre los cuatro planos del desarrollo en Montessori), y con los mayores funciona mucho mejor si ellos mismos han participado de la creación de las normas, pues se sienten integrados y se involucran: Se comprometen. Cuando sean demasiado pequeños para participar en esta creación de normas, los padres no debemos olvidarnos de la empatía y del punto del desarrollo en el que están los niños.

Muchos conflictos suelen venir por estas consecuencias no naturales y debemos gestionarlas bien, desde la empatía, la calma, sin juicios, sin tomarlo como algo personal (¡No nos desafían los niños pequeños!), y siempre manteniendo unas expectativas adecuadas. No debemos perder nunca la conexión con nuestros hijos. Cuando hay hermanos las soluciones varían, pero jamás debemos permitir, eso sí, ninguna muestra de violencia, ni entre ellos, ni con otros niños.

TAREAS

1/ ¿Te parece posible educar sin premios ni castigos?

2/ ¿Crees que las consecuencias lógicas a veces son castigos disfrazados?

3/ ¿Crees que los premios verbales son como los halagos?

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Resumen de la lección:

  • Aprendimos que los premios y castigos no tienen cabida dentro de la filosofía Montessori.
  • Distinguimos la motivación intrínseca de la extrínseca y de porque la primera es más adecuada para el niño.
  • Reflexionamos sobre las consecuencias lógicas y cuáles son los requisitos para que no sean castigos disfrazados.
  • Interiorizamos que es mejor enfocarse en soluciones que en aplicar las consecuencias.