En la lección de hoy profundizaremos en una de las claves de la filosofía Montessori: La autonomía. Reflexionaremos sobre como propiciamos y animamos a nuestros a desarrollarla y cómo podemos actuar cuando existen situaciones de frustración con nuestros peques.

Si tuviéramos que resumir la filosofía Montessori en dos frases una sería “Sigue al niño” y la otra  “Ayúdale a hacerlo por sí mismo”. Para  M. Montessori, la infancia era el mejor momento para dotar al niño de autonomía. Que asimilara las herramientas necesarias para gestionar su aprendizaje, tomar sus decisiones o elegir cómo vivir su vida era algo de vital importancia.

Pensad en vuestros hijos, contad las veces que en un día os han dicho “Yo solito/a”, pensad en todas las veces que se han enfadado porque nos hemos empeñado en hacer algo por ellos, pensad en la cantidad de veces que les hemos subestimado. Impedir el desarrollo de la autonomía de nuestros hijos es algo habitual pero no muy recomendable. La autonomía no significa simplemente “aprender a hacer algo solos”, implica también “aprender a pensar solos”.

Como padres, debemos responder a las necesidades de nuestros hijos, por supuesto, pero no extralimitarnos y tomar un rol que no nos corresponde. Cuando los niños nos replican “yo solito” nos están dando a entender que nos hemos extralimitado. Fomentar la autonomía de nuestros hijos significa también cultivar nuestra confianza, porque si confían en nosotros no tiene miedo de equivocarse y, por tanto, se lanza a hacerlo: al hacer, se equivoca, y al equivocarse perfecciona la técnica. Con la práctica terminará por dominar lo que se proponga.

No es arriesgado admitir que a los padres nos cuesta aceptar el deseo de autonomía de nuestros hijos, bien porque hoy en día tenemos pocos hijos y nos cuesta asumir que pronto ya no habrá más bebés en casa, bien porque aceptar la autonomía de nuestros hijos es asumir que tienen elecciones propias. Confiar en nuestros pequeños no es tarea sencilla, pero es algo que tendremos que hacer tarde o temprano y, personalmente, creo que es mejor que se equivoquen decidiendo en la infancia que en la adolescencia. Hay que equivocarse mucho para aprender a tomar decisiones.

En todo caso, siempre podemos ofrecer elecciones controladas, por ejemplo, si nos produce inquietud que elijan su propia ropa y salgan en invierno con un vestido de tirantes a la calle, siempre podemos ofrecerles la elección entre varios conjuntos previamente decididos con nosotros (esta técnica ya la usaba mi madre conmigo), pero ya os adelanto que los niños son personas inteligentes y no les gusta pasar frío, así que probablemente decidan ponerse una chaqueta encima en cuanto salgan a la calle (llevadla preparada para no tener que subir de nuevo).

Este es otro de los conflictos típicos padres-hijos, porque los niños solo viven en el presente y no son capaces de anticiparse. Si les permitimos confundirse, les estamos también facilitando que desarrollen su capacidad de anticiparse y tomar decisiones sobre la marcha. Y, además, ¿no os parece precioso que vivan en un presente contínuo? Que no tengan la cabeza llena de preocupaciones como nosotros  es grandioso. Que puedan vivir solo en el presente es una inspiración que ha llenado páginas y páginas de la literatura universal “Beatus ille”, y ellos lo traen de serie. Recordadlo cuando pongan a prueba vuestra paciencia y empatía y quieran sacar las botas de agua en julio : )

Y, por supuesto, si hay un conflicto que nosotros como padres debemos resolver, nunca les digáis “porque yo lo digo”, quizás sean demasiado pequeños para entender que hace mucho frío o calor y que no es adecuado, pero explicádselo igualmente. Explicar no es lo mismo que discutir, convencer o cuestionar. Lo intentarán, probablemente, pero es mejor no entrar en ese tipo de peleas dialécticas que podríamos zanjar con un simple “Lo sé, lo entiendo, pero es mi responsabilidad impedir que enfermes”, y respetar que ellos tienen todo el derecho a enfadarse, frustrarse y tener una rabieta.

Por otro lado, otro error habitual es cuando nuestros hijos nos piden algo que sabemos que dominan a la perfección y se lo negamos. Por algún motivo que no nos puede explicar, no es un buen momento para hacer algo solo (quizás esté triste, se sienta cansado, necesite un poquito de mimo o, simplemente, no le apetezca hacer el esfuerzo en ese momento), así que debemos confiar en él y respetarlo. La autonomía no es un proceso recto, lineal y universal para todos los niños, se trata de no frenar su desarrollo, no de obligarles a crecer más rápido de lo que necesitan.

La autonomía permite al niño construirse a sí mismo, formar las bases de su personalidad y confianza en sí mismo, pero más valioso que la autonomía es nuestro amor incondicional y no podemos imponerles que sean autónomos, lo serán cuando llegue su momento. Por tanto, nuestro objetivo como padres no debe ser que nuestros hijos sean lo más autónomos posibles cuanto antes, sino, más bien, refrenarnos de hacer las cosas por ellos, al tiempo que les ofrecemos un ambiente en el que desarrollar la autonomía sea sencillo.

Siempre me preguntan en mis talleres presenciales qué hacer con los niños que en el proceso de afianzar su autonomía se frustran y acaban teniendo una rabieta. Siempre digo que los niños que se frustran lo hacen porque son tenaces. La tenacidad es una cualidad maravillosa para la vida y os animo siempre a que lo recordéis en esos momentos.  Aunque soy partidaria de intervenir lo mínimo posible en los procesos de los niños, creo que la máxima “sigue al niño” se aplica perfectamente en estos casos. Cuando un niño “tenaz” acaba teniendo una rabieta porque se ha frustrado por algo os recomiendo varias cosas:

1/ Asumir que no es nuestra culpa, ¡no podemos responsabilizarnos de todo lo que acontece a nuestros hijos!

2/ Previamente al estallido, podemos intervenir dulcemente, no para hacer la tarea en cuestión por ellos, sino para demostrarles que estamos a su lado. Quizás una caricia en el hombro, un “estoy contigo” y una sonrisa sean suficientes para reducir un poco su estado de frustración y puedan llevar, más tranquilos, la tarea a cabo. Quizás verbalicen que necesitan ayuda o quizás no podamos impedirlo y acaben por perder el control de sus nervios, pero al menos habrán sentido nuestro amor y empatía

3/ Si verbalizan la petición de ayuda, “No puedo (hacerlo solo)”, podemos decirles algo así como “estás pudiendo” al tiempo que ofrecemos nuestra ayuda, que dependerá del caso concreto: decirles que empiecen de nuevo, podemos hacerles nosotros “el paso” difícil o hacer toda la secuencia de pasos despacio y al terminar preguntarle si le apetece probar de nuevo. Lo que nunca debemos decirle es “sí que puedes”, ya que podemos frustrarle aún más (alguna vez os han dicho “Relájate” en un momento de stress, pues eso XD).

4/ A posteriori, revisar la bondad del ajuste, es decir, ¿estamos ofreciendo un material demasiado complicado para lo que puede conseguir en ese momento? Si la respuesta es sí, hay dos opciones: si es algo que el niño desea hacer para superarse, no podemos hacer mucho; pero si pudiéramos cambiar algo, es el momento (por ejemplo, en vez de ofrecerle una caja entera de bloques de construcciones, ofrecer 20 ó 30 bloques, les podemos animar a que nos pidan ayuda exactamente en el punto en el que se atascan, etc.)

5/ Recordad que todos los sentimientos son buenos y valiosos y que nosotros solo tenemos que ayudarles a canalizar, a priori, los “negativos”, como el enfado, la ira o la frustración. Frustrarnos es lo que nos lleva a mejorar, tengamos 3 o 30 años.

De ninguna de las maneras debemos intervenir sin pedir permiso, hacer la tarea en cuestión sin más (el mensaje sería “Es verdad, no puedes, no eres capaz de hacerlo”) y recriminar o reprochar. ¡Ah! ,y sobre todo, no debemos meter prisa. Si en algún momento tenemos prisa y necesitamos intervenir, podemos decir algo así como “Sé que podrías hacerlo si te diera el tiempo que necesitas, pero tengo mucha prisa, lo siento, esta tarde lo intentas de nuevo, ¿te parece?”. Por supuesto, si se enfada está en todo su derecho de hacerlo, pero la responsabilidad de no llegar tarde es nuestra y por eso debemos intervenir.

No me gustaría terminar sin deciros unas palabras a los padres más recientes. Tener un bebé es renunciar un poco a nuestra vida en favor de cuidar a otra persona, de hacerlo todo por él y, a veces, deseamos que crezcan deprisa para que empiecen a cuidarse solos y recuperar un poco nuestra vida anterior. No obstante, mi experiencia me permite deciros que el tiempo pasa muy rápido, los días son largos, pero los años son muy cortos. Dejad volar a vuestros hijos, pero nunca los forcéis a tirarse del nido, aunque sepáis que vuelan perfectamente. Disfrutad de cada muestra de autosuficiencia y recordad cada última vez que os dejan que los ayudéis en algún aspecto. La conquista de la autonomía les llevará unos años, pero la complicidad y el cariño que ofrecemos a nuestros hijos durante los primeros momentos perdurarán en sus recuerdos toda su vida.

En el campo psíquico de relaciones entre la educadora y el niño, plano y técnica son paralelos a los del criado: servir y servir bien, servir al espíritu. Es una cosa nueva, especialmente en el campo de la educación. No se trata de lavar al niño si está sucio, de arreglar o cepillar sus vestidos; no servimos el cuerpo del niño; sabemos que si el niño debe desarrollarse debe hacer estas cosas solo; la base de nuestra enseñanza es que el niño no sea servido en este sentido.

El niño debe adquirir independencia física bastándose a sí mismo; independencia de voluntad con la propia y libre elección; independencia de pensamiento con el trabajo realizado solo, sin interrupción. El conocimiento del hecho de que el desarrollo del niño sigue un camino de sucesivos grados de independencia debe ser la guía de nuestro comportamiento hacia él; debemos ayudar al niño a actuar, querer y pensar por sí mismo. Éste es el arte del criado del espíritu, un arte que puede manifestarse perfectamente en el campo de la niñez.

María Montessori- La mente absorbente

TAREAS

1/ Reflexionad sobre algún conflicto que hayáis tenido últimamente y que tuviera que ver con una cuestión de autonomía.

2/ Pensad cómo lo hubierais podido solucionarlo de otra manera mejor (si es que hubiera sido posible).

3/ Contadme qué pensáis o habéis leído sobre la postura Montessori respecto a cuestiones de crianza como el sueño, la lactancia, la alimentación complementaria o el uso del pañal. ¿Creéis que hay una serie de “mitos” Montessori infundados?

Resumen de la lección:

  • La autonomía es una de las bases de la pedagogía Montessori, que los niños aprendan a cuidarse solos es una absoluta prioridad.
  • Para fomentarla es necesario preparar el ambiente y confiar en ellos.
  • Cuando existen rabietas por frustración debemos estar cerca, pero no intervenir si no es necesario (cosa que solo podremos saber mediante la observación activa)
  • Si les permitimos confundirse, les estamos también facilitando que desarrollen su capacidad de anticiparse y tomar decisiones sobre la marcha.