mfernanbar

Respuestas de foro creadas

Mostrando 12 respuestas a los debates
  • Autor
    Entradas
    • #21629
      mfernanbar
      Miembro

      Hola, tengo una duda que no es estrictamente sobre herramientas DP. Creo que Miguel Ángel también sabe un montón de Gamificación y a mí me llama mucho la atención, pero me pregunto si no se convierte en un elemento más de premio y castigo vestido de bonito o, en qué punto puede suceder eso, pues con herramientas DP ya hemos visto que puede pasar. Me gustaría conocer su opinión. Muchísimas gracias.

    • #21342
      mfernanbar
      Miembro

      1/ Recuerda algunos mensajes, explícitos o tácitos, que hayas recibido al cometer un error. Escribe esos mensajes en tu cuaderno de trabajo y reflexiona qué decidiste hacer y cómo te sentiste al cometer errores.
      Al igual que otras de vosotras, en mi casa se hacía referencia el error de manera positiva. Son pocos los recuerdos explícitos que tengo de la infancia propiamente dicha, aunque sí tengo la sensación de que equivocarse era algo a evitar, también por modelado. Hay dos hitos para mí en este sentido que me ocurrieron cuando tenía 17-18 años. El primero tiene que ver con mi madre. Como ya he comentado en reflexiones de temas anteriores, en mi familia de origen a los niños nos ha faltado autonomía y yo no sabía cocinar. Me iba a EEUU a estudiar y quería aprender a hacer tortilla de patata. Cuando estaba dándole la vuelta, con toda mi paciencia para que no se me cayera, mi madre, con su impaciencia, empujó el plato donde tenía la tortilla para volver a echar en la sartén, que, caliente, rozó en mi antebrazo y, en un acto reflejo, todo salió volando por los aires. No hubo otro nuevo intento: se sentenció en mi casa que era inútil para la cocina y mi madre contaba la anécdota a sus amigas muy divertida y todas se reían (algo que con 17 años me chirriaba, pero que se hace constantemente con cada «error» de los niños más pequeños: reírnos divertidos con otros adultos). Yo sentí que era tremendamente injusto y, además, me sentí muy invisible, porque repetí mil veces que me había quemado y era un acto reflejo y mi madre no me escuchaba. Sentí mucho dolor en mi autoestima porque también a esa edad sentía que necesitaba su aprobación. El otro hito del error tiene que ver con mi padre. A final de ese curso, suspendí una asignatura por primera vez en mi vida y aún recuerdo su decepción y cómo me dolió. Para evitar volver a cometer ese error aumentó mi autoexigencia, mi perfeccionismo. También me sentí poco vista cuando abandoné la investigación y colgué la tesis doctoral. Agradezco enormemente que mi padre, años después, tuviera la valentía de reconocer que se equivocó al insistirme en seguir y que se alegraba de que no le hubiera hecho caso porque veía que era mucho más feliz. Y es que, realmente, mis padres han vivido con un nivel de autoexigencia muy alto y, como somos humanos, también habían depositado sus expectativas en sus hijos, claro. Pero veo que en mi familia de origen, y a mí me ha pasado hasta hace nada de tiempo (y sigo revisando), nos cuesta reconocer un error, no porque nos consideremos mejores que otros, al contrario. En terapia descubrí que cuando tengo éxito lo achaco a la suerte y cuando fracaso en algo considero que es motivado enteramente por mí… Además, últimamente vengo observando que mi madre viste de error cada cosa que no le gusta o conviene, así que estoy revisando infancia en esta línea. Y en realidad, que me cueste reconocerlo no significa que lo oculte: no busco estrategias de ocultación.
      Creo que para mi hijo los errores pueden ser positivos. Como docente siempre los he visto como fuente de aprendizaje. De hecho, si no los cometía yo, nunca me han importado…

      2/ Recuerda una ocasión en la que tu hijo o un alumno cometió un error y fuiste alentador y empoderador con él o ella.
      En ambos casos, con mi hijo y con mis alumnos, en estos casos, uso mucho las preguntas de curiosidad. En el caso particular de la docencia, creo que hacerte las preguntas adecuadas te ayuda a comprender mejor las respuestas. Cuando corrijo, por ejemplo, el análisis sintáctico, no les digo la respuesta, les hago preguntas. Porque no siempre tienen el comodín de la profe y creo que así mejoran, no solo la comprensión, sino su autopercepción: aumenta la confianza en sí mismos y sus capacidades. A mí, además, me enseña a anticipar futuros errores, a saber guiar mejor mi explicación. A mi hijo creo que le da autonomía y a mí me enseña a no rescatar (que es justo lo contrario que se hacía en mi familia de origen).

      3/ Recuerda otra ocasión en la que no tuviste una actitud de apoyo y aliento y responde las mismas preguntas.
      En el caso de mis alumnos, cuando les sermoneo, vuelven a hacer lo mismo y niegan que lo estén haciendo otra vez. Aprenden: si no me pillan, vale. Y yo aprendo poco también.
      En el caso de mi hijo, aprendí que la falta de autocuidado produce monstruos: yo, que me enfadé porque dobló unas tarjetas de un juego, es decir, que me enfadé por su autoexploración cuando estaba sin supervisión y aburrido porque sus padres teletrabajábamos (algo que nunca hacemos a la vez, pero que en aquel momento fue inevitable). Luego le pedí disculpas por haberle reñido tan enfadada (le amenacé con quitarle el juego y me avergüenzo enormemente).

    • #21285
      mfernanbar
      Miembro

      Sí, entiendo lo que me dices de la emoción. De hecho, cuanto más autoconocimiento voy adquiriendo más fácil es la gestión. Al menos yo lo siento así. En el confinamiento empecé a meditar y me recuerda un poco a ese momento (ahora no, pensamiento; ahora no, emoción…). Muchas gracias.

    • #21284
      mfernanbar
      Miembro

      Gracias por las aclaraciones.

    • #21283
      mfernanbar
      Miembro

      Al leer vuestros comentarios previos en el foro, empatizo muchísimo y yo también quiero enviaros un abrazo. Creo que analizar mi raíz, mi familia de origen, ha sido lo que más me ha hecho madurar en mi vida y agradezco enormemente haber empezado ese trabajo antes de ser madre, porque la maternidad te remueve del todo. Por eso, creo que sois muy valientes. Y, aunque no siempre ha sido así para mí (he pasado por mis fases de negación e ira), miro a mis padres con enorme respeto y compasión. Porque ellos también lo hicieron lo mejor que supieron y pudieron y no tenían a Bei y Miguel Ángel… (;D). Y porque, con todos sus errores, me dieron herramientas suficientes para que hoy esté aquí aprendiendo cómo cometer mis errores propios. Y espero ser capaz de dar a mi hijo herramientas suficientes para que, cuando sea adulto, sepa perdonar mis errores e, incluso, herramientas mejores, para que no se sienta culpable por pensar que yo me he equivocado en algo y que él se está equivocando en algo. Aún me cuesta lágrimas escribir esto, no os penséis…

      1/ Leyendo la tabla, ¿En cuál de las dos columnas los padres evitan enfrentarse a los problemas y en cuáles se implican activamente en la búsqueda de soluciones?
      Coincido en que el único que se ocupa de buscar soluciones es el firme y amable. El permisivo y el autoritario no lo hacen, aunque el segundo enfrenta el problema, aparentemente, pues pone un parche a corto plazo.
      2/ Con los tres castigos que te pedimos que recordaras de tu infancia vamos a rellenar el siguiente cuadro (Sentimiento – Pensamiento – Decisión). Reflexiona sobre ello y compártelo en el foro si así lo deseas: ¿Qué has notado? ¿Crees que la persona que te castigó tenía la intención de obtener esos resultados? ¿Es esto lo que quieres para que tus hijos o alumnos aprendan? ¿Qué relación tienen con las cuatro «r» del castigo: Resentimiento, Revancha, Rebelión y Retraimiento?
      Analizados los tres castigos, todos los sentimientos me hacían estar mal: me sentí avergonzada, tonta, culpable, inútil, poco importante, dolida, enfadada… Analizado ahora, veo que la idea de retraimiento (sobre todo culpa y baja autoestima) ha estado muy presente en mi vida. Casi siempre pensaba que era injusto y que yo no tenía valor. Así que al retraimiento se unía el resentimiento. Mi decisión fue esforzarme más (hasta el infinito y más allá), no salirme del guion en la escuela y, en casa, pasar un poco de todo, aprender bien cómo no buscarme problemas observando y obedeciendo. Es curioso cómo ahora encaja esta reflexión con le hecho de que durante años haya vivido en carne propia el síndrome de la impostora (sigo trabajando en ello). De hecho, llegó un punto en que me sentía tan impostora que colgué la tesis doctoral y nunca la he terminado. Al final, esta cosas se van haciendo bola.
      En cuanto a las personas que me castigaron, no creo que esa fuera la consecuencia que esperan. En el caso de mis padres, sobre todo mi madre, que desde que nací yo se dedicó a la crianza casi en exclusiva reduciendo su jornada laboral y, luego, dejando su trabajo fuera de casa, mandarnos a nuestro cuarto era una vía de escape cuando ya no podía más de riñas entre hermanos y «desobediencia». Hacia el profesor que me castigó por borrar con plastilina, también tengo compasión. Soy docente y puedo imaginar, siendo nuevo (estaba en prácticas), lo que puede suponer que a uno se le ocurra que se pueden borrar las fichas y que todos (30 o 40 que éramos de aquella por clase desde bien pequeños) lo hagan y luego no pueda volver a escribir… Fue su manera de canalizar la frustración. Entiendo menos el caso del profesor que me castigaba por no leer bien porque no veía bien. Hay demasiadas historias escolares de dolor porque tenías sobrepeso y te ridiculizaban por no saltar el potro o te reñían por ser zurdo… En mi caso necesitaba gafas y, aunque decidí esforzarme más, quizás si mi padre no hubiera sido docente y hubiera sospechado que no veía bien y por eso no leía bien, aún hoy estoy esforzándome sin ver un pijo y sin lograrlo… Aunque supongo que se creyó aquella idea tan de época de que la letra con sangre entra… No hay rencor.
      Y no, no quiero esto ni para mi hijo ni para mis alumnos…

      3 / Con las tres recompensas que te pedimos que recordaras de tu infancia vamos a rellenar el siguiente cuadro (Sentimiento – Pensamiento – Decisión). ¿Aprendiste a realizar la tarea que se te pidió? ¿Aprendiste a ser responsable? ¿Por qué o por qué no? ¿Te sentiste respetado?
      ¿Decidiste cooperar o no? ¿Por qué?
      En cuanto a las recompensas, me sentía importante, vista, valiosa. Pensaba, en consecuencia, que había que hacer las cosas bien. Así que decidí no equivocarme nunca, intentar hacer todo perfecto. En el caso de que nos dieran dulces a cambio de hacer algo, como los quería y pensaba que era fácil conseguirlos si obedecía, lo hacía sin cuestionar. Es que he sido siempre una niña muy dócil. Así que obedecer era mi forma de cooperar porque eso me facilitaba la vida y ahora sé que soy tortuga (jajaja). Y lo cierto es que no recuerdo no sentirme respetada y, afortunadamente, me encantaba y me encanta aprender, así que sí que aprendí a realizar la tarea que se me pidió y aprendí a ser responsable, pero no con la autonomía suficiente en más facetas de las que creía. Por ejemplo: si me dices que pele ajos, los pelo. Pero nunca se me dio la oportunidad de cocinar. Así que sabía pelar ajos y no freírlos, por ejemplo; bordar, pero no coser un botón…
      4/ De cara a las siguientes lecciones, recuerda qué te enseñaron tus padres o maestros acerca de los errores en tu infancia.
      A pesar de que, sobre todo en casa, se hacían verbalizaciones positivas sobre aprender de los errores, se me inoculó la idea de que había que evitarlo, de que era negativo. Para empezar porque mi padres vivían sus propios errores como un enorme fracaso. Así que solo tengo compasión y mucho amor para ellos en este aspecto también.

    • #21238
      mfernanbar
      Miembro

      1/ Rellena la ficha sobre cómo nos sentimos y cómo actuamos.
      La verdad es que hoy ha sido un día algo negativo. He sentido preocupación, cansancio y, puntualmente, frustración. Cuando me siento preocupada estoy distraída, un poco ausente, y actúo de manera un poco torpe, así que se me han caído muuuuchas cosas de las manos, me he quemado al cocinar… Cuando estoy cansada, me pasa lo mismo y, además, bufo constantemente, como para tomar aliento. Mi nivel de tolerancia al estrés cae y mi frustración aparece. Cuando me frusto pongo mala cara y, a veces, me pongo un poco a la defensiva y endurezco el tono. Me gustaría poder estar en calma, saber encontrar el camino hacia ella para descansar mejor y poder concentarme mejor.

      2/ Realizad vuestra propia rueda de opciones para la ira, materiales para reconocimiento de emociones con caritas de vuestros niños o una rueda de los sentimientos (info aquí). Lo haremos este finde.

      3/ Piensa en tres veces que te castigaron en la infancia. Lo mismo con tres recompensas (que te ofrecieran algo a cambio de una determinada tarea). Trabajaremos sobre ello en la próxima lección.
      En general, recuerdo pocas situaciones puntuales de premio y castigo. Sé que el chantaje se ha usado en mi crianza (es muy de época) y, normalmente el premio eran dulces o tiempo de juego y el castigo, mandarme a mi cuarto. Lo cierto es que yo soy hermana pequeña, estuve bien atenta y evité muchos conflictos con mis padres porque aprendí en cabeza ajena. Sí que recuerdo, en cambio, la sensación de miedo, cuando mi madre me miraba enfadada si hacía (sobre todo de cara a los demás), algo que consideraba inadecuado. Una vez pregunté delante de sus invitados si con esos amigos no sacábamos la vajilla buena y no le sentó muy bien (jajaja). Por otro lado, recuerdo que siempre me han dicho que hacía las cosas muy bien, sobre todo, lo relativo a mi vida académica.
      En cuanto al colegio, como «me portaba bien» y sacaba buenas notas, pues tuve bastantes halagos y pocos castigos. Sí recuerdo que, cuando aprendí a leer, me lloraban los ojos y me perdía de línea y el profesor me castigaba y me sentaba aparte; luego resultó que era hipermétrope y todo se solucionó con unas gafas… Y otra vez descubrí que con la plastilina se podía borrar el lápiz del libro de Matemáticas; se lo dije a los demás y toda la clase lo probó antes de que comprobáramos que luego no se podía volver a escribir. El profesor (otro distinto) me humilló delante de todos, como si fuera tonta por tener esa ocurrencia y a mí no me parecía para tanto; es más, aún hoy me parece ingenioso para la edad que tenía…

    • #21184
      mfernanbar
      Miembro

      1) MI CARTA ALTA:
      Aunque iba mucho más atrasada con el curso, sí que pude asistir a esta sesión, así que, antes, vi los vídeos, elegí las cajas que no quería y reflexioné un poco sobre el tema. En el momento, me pareció muy interesante, pero no acababa de comprenderlo todo. La sesión fue MARAVILLOSA. Con los ejemplos y la resolución de dudas, aprendí un montón. Y agradezco enormemente que cambiarais los nombres de los paquetes, porque, para mí, ha sido clave. Creo que mi carta alta es la TORTUGA, pero, en un primer momento, yo no elegí ese paquete por la palabra «dolor» (quizás porque lo interpreto como dolor físico, que me da igual…). Sin embargo, temo enormemente sentirme controlada y no vivo bien el estrés. De hecho, en mi primera elección mi estilo de vida era camaleón porque evito las dificultades. No pensé ni en la palabra rechazo. Solo pensé: las dificultades son estresantes, no las quiero. Lo que no me encaja del todo es lo de buscar la comodidad en exceso, hasta el punto de no pensar en la de los otros, pues para mí es muy importante. No sé si esto es que sí soy camaleona y no quiero admitirlo o que mi parte leona me hace que, por sentido de la justicia, piense en todos. Aún estoy dudando sobre la carta secundaria. Pienso que soy leona, pero también águila. Lo cierto es que cuando Bei habló de cómo sus cartas secundarias trabajaban para su plantilla principal era como si hablara de mí… GRACIAS. Sigo observando y trabajando sobre esto. Por ejemplo, es cierto que, en ocasiones, me cuesta salir de mi zona de confort para hacer algo, sobre todo si creo que no lo voy a hacer bien (¿ese perfeccionismo es león?), pero, en cambio, me encanta aprender cosas nuevas y me apunto a cualquier plan… Por otra parte, pienso que, quizás como docente soy más águila. Lo dicho, que sigo trabajando.
      2) DINÁMICA EN PAREJA:
      Parece claro que mi marido es águila. También duda en la plantilla secundaria entre león y tortuga. Le he contado también el ejemplo de Bei y Miguel Ángel y le habéis dado luz. Él también ha pensado que el divorcio llegaría por incompatibilidad. Además, se estresa enormemente cuando yo le digo: «mañana será otro día y ya lo pensamos» (jajajaja). El menú de la semana lo organiza él. Cuando él cocina: comemos todos los días lo que pone en el papel. Cuando yo cocino, lo adapto en función de qué me apetece más cocinar, si me he olvidado o no de descongelar algo… Sin embargo, soy yo la que muchas veces tiene que poner todo en marcha (él hace el menú, pero después de lanzar al aire miles de «hay que hacer el menú» y no se pone hasta que yo digo: AHORA!!). Así que, también seguimos trabajando en ello.
      3) Educación emocional:
      Tanto en el aula como en casa predico con el ejemplo. Así que, podría decir que lo trabajo mediante modelado.
      En clase utilizamos algunos textos para reflexionar (pero no hay un plan definido).
      En caso sí que de manera consciente, voy eligiendo materiales. Como mi hijo solo tiene dos años, de momento, hemos empezado con un juego memo que se llama «Memo de las emociones» de PlanToy. Es genial. Le encanta y ya va usando algunas… Suele decir si está contento o enfadado. Pero también suele añadir que está preocupado o aburrido (y no parece que lo diga con mucho sentido). Vamos a empezar a usar también cuentos.

    • #21149
      mfernanbar
      Miembro

      1/ Ver este vídeo (está partido en dos) y reflexionar sobre los sentimientos que os despierta:
      Identificación con el primer caso. También me ha hecho pensar que muchos adultos tenemos la meta equivocada del poder mal enfocado con frecuencia; quizás por eso seguimos estilos de crianza/ docencia un poco autoritarios.

      2/ Pensar en un conflicto reciente y analizar la situación utilizando la tabla de las metas inadecuados.
      Parece que mi hijo se encuentra constantemente en la búsqueda de atención. He visto que otras mamás de niños de dos años aproximadamente también identifican estas conductas y, sobre todo, a partir del confinamiento. En mi caso, veo que no vive bien el teletrabajo. Siempre he tenido que trabajar un tiempo en casa (soy profe), pero procuraba hacerlo mientras él dormía o seguía en su escuela infantil. Ahora demanda mi atención muchísimo más. Quizás porque también mamá es «casa» y necesita más seguridad ante tanto cambio de rutina, tan repentina y radicalmente diferente. Llevo tiempo dándole vueltas e intento trabajarlo, aunque el fin de curso no es el mejor momento para dedicar mucho tiempo y muy consciente y centrado…

      3/ Leer la dinámica adjunta y elegir los dos regalos y anotarlos (ver dinámica adjunta). Es de vital importancia y no os llevará mucho tiempo.
      Rechazo y dificultades y crítica y humillación.

    • #21145
      mfernanbar
      Miembro

      1/ Explícale a tus hijos o alumnos cómo funciona el cerebro con la analogía de Daniel Siegel.
      Mi pequeñín hoy tenía febrícula, así que no era el momento. Gracias a las compis por vuestra inspiración, sobre todo a las que tenéis peques en torno a los dos años, que es la edad de mi hijo. Os he leído con mucha atención.

      2/ Crea un espacio de tiempo fuera positivo: ¿cómo se va a llamar? ¿dónde va a situarse? ¿cuántos objetos tiene? ¿qué normas tiene?
      Como sigo el blog desde hace tiempo, ya había pensado otras veces en la mesa de la paz, aunque no sabía muy bien a qué edad comenzaba a utilizarse. Veo que con dos años ya es posible, así que, perfecto. Nos pondremos a ello.

      3/ Crea de una lista de opciones para ti y para tu pareja o compañeros de tiempo fuera positivo.
      Durante el confinamiento ha sido aún más difícil disponer de «me time», pero sí que intentamos encontrar esos momentos para «llenar» la jarra en nuestra rutina normal. Nuestra sesión de pilates semanal va en esa línea. A diario, buscamos pequeños momentos para nuestras aficiones. Coordinamos horarios para poder hacer deporte.
      También valoramos mucho poder compartir algo de tiempo en pareja y en familia.
      Durante el confinamiento, yo he descubierto la meditación y me ha ayudado enormemente a reconectar y transitar el estrés. Mi pareja se lo está planteando.

      Me queda una duda sobre esta cuestión: se usa ese tiempo fuera positivo cuando te acabas de destapar también. Es por lo que comenté en el tema anterior. Si estoy al límite y necesito salir de escena para respirar y tranquilizarme, temo que mi hijo entienda esa salida como una retirada de atención-afecto. ¿Mejor buscar una estrategia presente cuando estamos con niños tan pequeños como el mío (dos años)?

    • #21127
      mfernanbar
      Miembro

      1) Para el mapa educativo, cuando he confrontado los retos a los que me enfrento (en casa y en el aula) con las habilidades deseadas para los adultos del futuro, me he dado cuenta de que mis acciones han contribuido más a proporcionar las habilidades de vida en el caso de la crianza que en el de la docencia. Esto me ha hecho reflexionar sobre lo importante que es el análisis del modelo de origen. En el caso de la crianza, creo que sí lo he hecho, pero en el de la docencia, aunque he visto muy claramente a qué no me quiero parecer, quizás no me haya planteado tanto a qué sí me quiero parecer. En el aula sí he sermoneado y utilizado los premios y castigos (llámalos negativos y positivos). Aunque estoy segura de haber respetado siempre la dignidad de mis alumnos, porque los valoro muchísimo y estoy profundamente agradecida de todo lo que me enseñan (independientemente de sus conductas).
      2) Me genera estrés el exceso de ruido, el enorme volumen de trabajo (en forma de correcciones), el no poder centrarme en una tarea, el no tener tiempo para mí…
      3) Me reconecta estar sola, el silencio. Tener tiempo para mí que pueda invertir en lo que quiera (leer, pasear, tejer, formarme, perder el tiempo…).
      5) Sé lo que el tiempo fuera y me suscita dudas. En el caso de mi hijo, como tiene solo dos años, no sé cómo usar un tiempo fuera positivo para mí sin que él sienta que hay retirada de afecto, pues sin mi presencia hay retirada de atención. En el caso del aula, en los centros de secundaria, ese espacio de tiempo fuera, ¿cuál es? ¿el pasillo? Tiene connotaciones muy negativas…

    • #21125
      mfernanbar
      Miembro

      Como veis, llevo bastante retraso con las tareas (este fin de curso está siendo aún más loco que los demás), pero esto me ha dado, como positivo, el gustazo de leer tantas reflexiones previas, que agradezco muchísimo.
      La mía va también en la misma línea. Coincido en que la educación tradicional, que fomenta los premios y castigos, hace que se despierte en nosotros la motivación extrínseca y no la intrínseca. Es algo que veo, sobre todo, en el aula. Creo que aquí es más difícil revertir esta situación, porque, aunque en la ley se habla tanto de la evaluación por competencias, la realidad del día a día es una nota fruto de un montón de operaciones matemáticas (60% exámenes, 30% tareas…) que «supuestamente» reflejan el aprendizaje. Creo que los alumnos se van acostumbrando a «hacer» para conseguir la puntuación X, no para aprender. Y, además, los docentes (al menos yo), muchas veces, sobre todo en cursos superiores, como en Bachillerato, sentimos que les entrenamos para pasar pruebas (como la EBAU), en lugar de facilitarles un aprendizaje a distintos niveles. También he leído que la educación tradicional fomenta la competitividad y lo comparto, aunque pienso que cada vez intentamos más integrar el aprendizaje cooperativo en las aulas.
      Tanto en casa como en el aula, me parece importante destacar que la educación tradicional confunde constantemente la persona con la conducta y, en este sentido, el lenguaje (y perdonadme la deformación profesional) es muy importante. Cuando nació mi hijo constantemente me preguntaban si «era bueno» y yo respondía que sí, por ser cortés, pero me quedaba con ganas de mucho más: ¿puede un bebé ser malo? Define «malo». Es ser «malo» despertarse para comer cada tres horas. Si no ponía peso y en el hospital nos recetaron que lo despertáramos cada tres horas… No deja de ser curioso que en una lengua como la nuestra, que tiene verbo «ser» y verbo «estar» (bien le cuesta a los alumnos extranjeros), le digamos a los niños que SON malos, tontos, inútiles, desobedientes, cotillas… La educación tradicional recurre constantemente al insulto, también. El respeto, como decís, es a la figura de autoridad. Así que, al largo plazo, la autoestima se resiente y, encima, no te han dado habilidades sociales suficientes para gestionarlo, ni un modelo de crianza-enseñanza en la escuela que imitar de manera satisfactoria.
      La D.P. en casa me parece fundamental, pero veo que en el aula, aunque no podamos aplicar todo, también reporta beneficios. Porque desde la validación, la escucha, la cooperación, el respeto mutuo y la búsqueda de soluciones, desde comprender y modificar la conducta sin dañar el valor de la persona, se gana mucho, no solo a corto plazo, sino a medio-largo plazo.
      Un cordial saludo!

    • #20150
      mfernanbar
      Miembro

      Hola!! Comparto mi reflexión:
      1) Retos:
      En casa, muy parecidos a los que os he ido leyendo. Mi hijo tiene ahora dos años y empieza a tener algunas rabietas. La hora de dormir siempre ha sido difícil: ¡la curiosidad! Desde siempre ha sido todo más interesante que comer y dormir. Desde hace un tiempo también, no sabemos cómo gestionar que nos pellizque y nos pegue (sobre todo, claro está, cuando tiene sueño, pero no quiere dormir). Durante el confinamiento, tres nuevos frentes abiertos: tirar comida al suelo, pedir snacks menos saludables y ¡las pantallas! (después de haber estado sin ellas 23 meses!!). Para mí es un reto personal reírme y disfrutar de lo que hay detrás de las pequeñas trastadas cuando estamos hasta arriba con el estrés del día a día.
      En el aula, creo que los mayores retos son las desmotivación, las faltas de respeto (a profes y alumnos) y las disrupciones. Aunque ahora me cuesta más esta reflexión…
      2) ¿Firmes o amables?
      Creo que en clase soy más firme que amable (sobre todo, por la presión, en Secundaria, de terminar el temario). En casa, creo que ni lo uno ni lo otro. Procuro alejarme de la firmeza, lo cual me lleva a dudar a veces y a preguntarme si no estoy pasándome de frenada y dejando sin herramientas para el futuro a mi hijo por un exceso de amabilidad. Aunque, por otra parte, cuando aplico alguna consecuencia lógica, sobre todo últimamente que estoy aprendiendo sobre el tema, me pregunto también si no estoy pasando de sus sentimientos…
      3.1) Resultados de ser únicamente amables:
      Lo positivo es que se evita el conflicto y parece que no pasa nada. Lo negativo es que te hace sentir incómodo porque, en realidad, el conflicto subyace.
      3.2) Resultados de ser únicamente firmes:
      Las conductas inadecuadas o molestas cesan inmediatamente, pero no hay solución a largo plazo. Además, me parece negativo que no fomenta la conexión y no es totalmente respetuoso.
      4) Herramientas:
      En casa, intentamos observar y aprender de él y darle mucha autonomía. Suele funcionar, aunque a veces la rabieta es porque no sabe hacer algo solo y, si intentamos ayudarle o no le dejamos (si es peligroso, tipo encender la vitro) se enfada también… En el fondo pienso que tiene que ser muy duro tener dos años. Con hacerte un esguince una vez en la vida, entiendes lo frustrante que tiene que ser no poder ni ducharte solo…
      En clase, intento hace refuerzo positivo y coordinarme con las familias lo máximo posible, sobre todo en los casos más conflictivos. Pero las herramientas tradicionales están en mi día a día: me enfado, mucho más de lo que me gustaría; a veces, grito; y pongo algún parte de disciplina. Y, a veces, son efectivas y otras no.

    • #19963
      mfernanbar
      Miembro

      ¡Hola! Me llamo María. Soy la «influencer» de un nene de 2 años. También soy profesora de Secundaria.
      Cuando mi marido y yo empezamos a pensar en la paternidad, teníamos claro que queríamos que nuestra crianza fuera respetuosa y consciente. Aunque ya hemos hecho mucho trabajo de análisis del modelo de la familia de origen y de consenso en la crianza, y aunque hemos leído sobre esto, a veces, sentimos que nos faltan herramientas. En ocasiones tenemos claro que reproducir un determinado modelo (por muy asentado que siga aún en nuestra sociedad) nos incomoda, pero nos sentimos con poca capacidad de manejo para resolverlo con una alternativa adecuada.

      Como he estado leyendo «Montessorízate», ya me sonaba esto de la disciplina positiva. El curso gratuito en la Escuela Bitácoras me pareció muy interesante y esclarecedor (igual que el webinar). Siempre me ayudan las ideas que Bei propone en redes sociales.

      Así que me apunté a este curso, y lo afronto muy ilusionada. Creo que nos iluminará un poco más.

      Además, como profesora me intriga la aplicación de la disciplina positiva en Secundaria. Se me cae el alma al suelo cuando en las tutorías me dicen que pida a los compañeros «más mano dura», «que se pongan más partes». ¿Qué tipo de educación les estamos dando? Viven en la ruleta constante del premio- castigo y de la gratificación externa… y me gustaría dejar de alimentar esa parte del sistema, aunque solo sea modestamente.

Mostrando 12 respuestas a los debates