ACOMPAÑAR LA ADOLESCENCIA

¿Qué necesitan l@s adolescentes desde el punto de vista Montessori y desde el punto de vista de la DP?

Ambas miradas se centran en la comunidad con sus iguales, que son quienes más les aportan durante esta etapa, tan vulnerable y tan similar, en algunos aspectos, a la primera infancia. Y también con adultos sanos, adultos de referencia diferentes a sus padres, que reconocen sus errores, siempre dentro de un entorno seguro.

Montessori y DP se centran en dos aspectos súper importantes en este momento en el que, además, nosotr@s vemos a nuestr@s hij@s (o sobrinos, o alumnos) mayores, pero sin embargo aún están «en formación». Y encima ellos mismo son conscientes de todo lo que están viviendo, pero sin entenderlo bien del todo. Hay un cerebro que ya está preparando para ser un cerebro adulto, pero que aún sigue sin entender muchas cosas.

– La pertenencia
– La utilidad

Tanto en la granja Montessori como en DP, se coincide en que si l@s adolescentes no pueden sentirse útiles y con arraigo, no pueden sentirse realizado.

En la ponencia de Miguel hablamos de este período del desarrollo tan vertiginoso como apasionante. Hablamos de la importancia del trabajo personal, del adolescente, pero sobre todo del adult@, para no dañar. De cómo aprovechar y dejar que se sienta y se exprese la rabia de la adolescencia como motor para gestionar el cambio.

Vamos a hablar de no dañar y de reparar. De permitir los espacios de libertad y expresión, y apoyarnos desde la consciencia de que tod@s venimos a aprender.

Y también de cómo llevar todo esto a la práctica en el aula: de fomentar el trabajo manual y darles autonomía para resolver errores, de cómo fomentar el compromiso y de cómo entran tareas como los «deberes» en esta ecuación.

MIGUEL A. RODRÍGUEZ

Profesor de Secundaria y Bachillerato, padre de cuatro niñas y cocreador de Geoxplorer y Educar en conexión.

Miguel es profe de Secundaria y padre de cuatro niñas. Su interés por la docencia surgió en una salida de la Universidad en la que descubrió que le gustaba enseñar, es decir, compartir su pasión. Nunca había sido buen estudiante, su paso por el colegio y el instituto ocurrió sin pena (porque no se toma nada en serio, decían sus profes), ni gloria (porque no encajaba en el sistema obsoleto de enseñanza).

Cuando llegó al aula por primera vez, fue consciente de la gran responsabilidad que tenía en sus manos, de que todo lo que le había enseñando desde el punto de vista pedagógico no valía nada a excepción de una máxima que hizo suya «Sé honesto y coherente».  Y desde hace 2007 intenta llevarlo a cabo en su aula, y desde hace diez con sus hijas.

Llegó a Montessori por sus hijas y a la Disciplina Positiva por un grupo dificil, que le hizo darse cuenta de que lo que nacía a la hora de relacionarse con su alumnado tenía un nombre y podía potenciarlo sin miedo a equivocarse o al que dirán.

Le apasionan los juegos de mesa, constituyen su momento de autocuidado y considera que son una fuente inagotable de aprendizajes «académicos» y sobre todo de habilidades sociales, además de una herramienta divertida para cultivar la conexión a través del juego, que es como aprendemos los Homo Sapiens (Homo Ludens)