Te doy la bienvenida al tercer día del reto.

NUESTRO ENTORNO, EL GIMNASIO DE LA PACIENCIA

Te comparto el tema por escrito y también en audio, para que puedas elegir el formato que se adapte mejor a ti.

En el día de ayer te contaba sobre mi experiencia con mi madre y mi padre cuando era pequeña, y lo que recuerdo con más dolor y con más cariño.

Hoy te comparto algo parecido, esta vez con el entorno. Miguel y yo hemos grabado un audio, un poquito largo, pero que esperamos te sea interesante, sobre cómo gestionar el entorno.

Os hablamos de la frase mágica: “Esto era en tus tiempos”, y su alter ego: “A mí no me gusta cómo se educa a los niños de ahora”. Con mucho humor y mucho cariño.

O de los célebres: “Yo ya sé que esto no es muy Montessori (pero me da igual)”.

O los chantajillos, amenacillas y demás manipulacioncillas que tienen las personas de nuestro entorno.

Y te querría dejar con ello ya, pero me nace antes explicarte por qué, en el entorno, no hemos incluido a la pareja. En primer lugar, que sobre la pareja grabamos hace muy poquito, para terminar nuestro Reto de parejas. En segundo lugar, porque hoy estamos hablando de algo distinto, estamos hablando de lo que no es casa. De lo que está fuera de los muros de esta fortaleza que es nuestra/tu familia.

Y no es porque siempre estemos de acuerdo, muchas veces os digo que nosotros compartimos la  forma en que entendemos la crianza, y, aunque sea así, también a veces vemos las cosas de forma distinta. Esta mañana, sin ir más lejos, teníamos una visión diferente sobre un asunto relacionado con una de nuestras hijas y, en un volteo de ojos, casi se lía la mundial, porque aunque tendemos hacia el mismo color, nos perdemos con los matices. Y los juicios (expresados o tácitos) nos duelen mucho cuando se trata de algo tan importante para nosotros. Y reaccionamos desde el sistema amenaza-ataque.

Y a la vez, tanto en la intención de Miguel, como en la mía, había mucha, mucha, mucha benevolencia. Y así es también en nuestro entorno más cercano (al menos, en la gran mayoría), solo que no han aprendido todavía el cómo.

En mi manera de enfrentar ciertos temas, hay mucho de eficiencia, y en mi caso, muchas veces acaba siendo rigidez. En el caso de Miguel, a veces hay rigidez, pero desde un lugar diferente al mío. Así que le he preguntado si era fácil o difícil convivir conmigo.

Me ha dicho que fácil.

¿Y mis manías?

Tus manías también son fáciles.

Por ejemplo, te cuento una manía que es conflictiva.

Me gusta doblar la ropa según sale de la secadora, para que que no queden arrugas, no me gusta que quedé perfecta si eso significa usar plancha.

Busco la eficiencia, que con el tiempo que tengo pueda hacerlo todo lo mejor posible.

Y eso me ha llevado a crear increíbles sistemas de hacer cosas (diagramas de flujos, esquemas, flechas y organizaciones mentales) y por eso, a ojos ajenos, parece que hago muchas cosas o que -haciendo uso de esa manida frase que nos ancla en la exigencia- llego a todo.

Lo que no saben es la verdad: que no he logrado encontrar la forma de que la ropa arrugada me de igual.

Lo he intentado, por activa y por pasiva, por acción y por omisión.

En un intento de «decidir lo que yo voy a hacer» ante la parsimonia ajena.

Y un día que doblaba la ropa mientras mis hijas desayunaban, se acercó una de ellas, me quitó su camiseta de las manos, la posó suavemente en la mesa, me puso las manos en la cara, y me dijo: «Me quieres mucho, por eso me doblas la ropa».

Y me pareció precioso que lo que yo veo cómo una muestra de mi rigidez contra la que lucho, ella lo viera como un acto de amor. Y acepté.

Lo que, para mí, es tarea, ella lo ve como cuidado.

Y tengo la esperanza de que, en cada pliegue milimétrico y matemático que hago, ellas vean la intención de querer arroparlas un poquito cuando se quiten ese pijama que es la infancia.

Y me acordé de un gesto hermoso, que yo hago a veces sin darle la importancia que tiene, y que hacían tanto mi madre como mi abuela: me calentaban el pijama antes de ponérmelo en las noches frías del invierno.

Y ahora, con morriña y saudades, yo veo que querían calentar algo más que un trozo de tela, querían dejarme el corazón calentito.

Con un radiador o con unos pliegues, la intención es la misma.


El cuidado.

El mimo.

Servir.

Amar.

Ser.

 

¿Y te estarás preguntando qué tiene que ver este rollo de la colada con gestionar el entorno en Navidad?

Pues varias cosas:

  • Que todas las personas que cuidamos infancia merecemos reconocimiento, solo por hacerlo suficientemente bien (que no perfecto, es decir, si todos han sobrevivido, nos ponemos una medallita).
  • Que cuando, además, las personas que cuidamos infancia cuidamos, a la vez, casas, trabajos, proyectos y familia (y además nos zurcimos el pijama) merecemos aún más reconocimiento.
  • Que nuestras figuras parentales vienen de sitios, seguramente, más oscuros que los nuestros, y que lo hicieron de la mejor forma posible y lo siguen haciendo de la mejor forma posible.
  • Que podemos ver la benevolencia en sus acciones y la compasión en su forma de satisfacer necesidades..

Y también te digo que yo, una vez, me quemé el pijama de ponerlo demasiado cerca del radiador, así que ojalá puedas escuchar tu intención, tu tripa y poner, con asertividad, compasión, escucha y conexión, los límites que sean necesarios, para que nadie acabe con el pijama quemado.

No hace falta soltar y confiar si vemos que no es el momento, ni el lugar: escucha a tu tripa.

Y que, ojalá, puedas también soltar un poco la necesidad de que el pijama no tenga arrugas, si el peaje a pagar han sido momentos de conexión y risas, y recuerdos de por vida.

París bien vale una misa.

Ojalá te haya llegado la metáfora.

Te dejo con el audio (no metafórico xD), con el deseo de que te llegue con el cariño que lo grabamos.

Te dejo, además, esto que publiqué hace ya y que creo que puede también ayudar.

EJERCICIO

¿Qué necesidades puede estar intentando cubrir la persona -o personas- de tu entorno en la que piensas cuando hablamos de entorno?
¿Qué necesidades intentas cubrir tú?

Haz una pausa.

¿Qué necesidades puede estar intentando satisfacer tu hijo/a?

Piensa ahora, ¿cómo demuestra esas necesidades? ¿Las comunica de forma asertiva y calmada?

Y las personas de tu entorno, ¿cómo están intentando cubrirlas? ¿Se te ocurre cómo podemos garantizar su pertenencia y reconocimiento, a la vez, que cuidamos de la dignidad de nuestra familia?

Si te apetece, te invito a escribir una conversación con una persona de tu familia (empieza por lo fácil) con esta estructura:

Gracias por…
He visto lo mucho que…
En ocasiones dices/haces…
Pienso que quizás te preocupa…. te sientes… o piensas…
Yo me siento/pienso y (el/la peque) se siente/piensa…
Necesitamos…
¿Cómo podríamos hacer para estar todos cómodos con esta situación?
Gracias por este ratito, te queremos mucho.