La observación en Montessori es esencial, pues es lo que permite a los guías/padres acompañar el aprendizaje de los pequeños de forma efectiva y saber en que periodo sensible están, que necesitan practicar en cada momento y ofrecérselo para que desarrollen todo su potencial. Es ESENCIAL que sea una observación OBJETIVA, en la que tan solo describamos los hechos, sin expresar nuestras opiniones o juicios.
La observación es un trabajo constante, activo, respetuoso con el niño y su trabajo. Debe estar exenta de juicios y prejuicios, debe ser, en definitiva, lo más científica posible.
VENTAJAS DE LA OBSERVACIÓN
- Identificar periodos sensibles.
- Descubriremos sus gustos y habilidades.
- Seremos testigos directos de sus pequeños progresos 🙂
- Descubriremos que hay otras formas de hacer las cosas (incluso a veces mejores que la nuestra).
- Empatizar y comprender sus dificultades.
- Comprenderemos la motivación interior que tiene para realizar ciertas cosas.
OBSERVARNOS A NOSOTROS MISMOS
Sin embargo, antes de empezar a observar a nuestro hijo debemos hacer un ejercicio de introspección importante, ¿somos nosotros el adulto a cargo que necesitan nuestros hijos o podemos mejorar en algún aspecto? Podemos plantearnos si:
- Damos ejemplo: ¿Somos una referencia de comportamiento? ¿Somos empáticos? ¿Gritamos? ¿Perdemos los papeles si nos enfadamos? ¿Pedimos disculpas después?
- Somos humildes: ¿Pensamos que los niños son nuestros iguales o por el contrario pensamos que tenemos una posición de superioridad sobre ellos?
- Confiamos el uno en el otro: El niño «de serie» confía en nosotros, ¿confiamos nosotros en él? ¿En su desarrollo, en sus posibilidades, en su criterio? ¿O por el contrario sentimos que tenemos que evitar cualquier nimio peligro o inconveniente? ¿Qué hacemos nosotros para cultivar nuestra mutua confianza? ¿Castigamos, gritamos, regañamos o cooperamos los unos con los otros?
- Hemos olvidado nuestras creencias y prejuicios: ¿O por el contrario aún pensamos que los adultos tienen que «domar» a los niños, que los castigos y los premios son necesarios para «corregir comportamientos»? ¿O, aunque no pensemos esto, nos inquietamos cuando nuestro hijo va con «retraso» respecto a algún hito de aprendizaje (por ejemplo: caminar, hablar, etc.)?
OBSERVAR A LOS DEMÁS
Observar no significa tan solo mirar, o mirar pero hacer otras cosas a la vez, observar implicar poner toda nuestra atención en el niño.
Un buen ejercicio de observación, previo a observar al niño, es acudir a un parque o lugar público y observar como se dirigen otros padres o adultos hacia los niños y anotar (mentalmente, si queréis) lo que veis negativo y positivo y, sobre todo, el efecto que tiene sobre los niños las palabras que les dedican sus padres. ¿Intervienen a menudo o casi nunca? ¿Con qué motivación: por miedo, por convicción social, por prejuicios, por prisas? ¿De qué modo: una mirada, una sonrisa, un grito o, incluso, físicamente? ¿Para qué ha servido: obedece, ignora, desafía el niño? ¿Lo interrumpe y puede continuar? ¿O no? ¿Qué emoción domina la escena? ¿Recuperan o pierden del todo la conexión emocional con el niño?
Una vez hayamos observado varias escenas, es el momento de reflexionar sobre nuestra propia actitud respecto a nuestros hijos. ¿Cómo nos sentimos nosotros al intervenir? ¿Cómo se sienten ellos? ¿Realmente era necesaria esa intervención?
Por si os sirve, yo solo intervengo si su integridad física/emocional está en peligro, si va a producirse violencia física con otro niño/a y/o cuando se produce violencia verbal. También intervengo si me lo piden, aunque consideré que podrían resolverlo ellas solas.
OBSERVAR A NUESTROS NIÑOS
Consejos:
- Antes de empezar a observarlos tenemos que elegir un espacio de tiempo en el que vayamos a poder dedicarles toda nuestra atención. Puede ser cuando juegan, a la hora del baño, en el parque, mientras comen, etc.
- Podemos utilizar un cuadernito e ir anotando diversos hechos: Si se desplaza mucho o poco o de qué manera, qué hace, cómo lo hace, qué es lo que más o menos le atrae, si es tenaz o se frustra a menudo y deja las cosas a medias, si se concentra con facilidad o le cuesta y con qué actividades ocurre.
- Debemos permanecer en silencio y evitar que nos vea apuntando o podría sentirse examinado, lo que redundaría en la creación de un clima extraño.
- Podemos apuntar todos los hechos que veamos, pero no debemos interpretarlos en el momento (para no desviar nuestra atención, aunque si podemos revisarlos a posteriori).
- No intervenir de ninguna manera (salvo excepciones de seguridad).
Si nuestro hijo nos pide algún tipo de feedback durante la observación, se lo daremos de la forma más sutil posible, una sonrisa, una caricia, una palmadita suave son suficientes la mayoría de las veces. Sobre los cumplidos y el «muy bien» hablaremos más adelante.
Observar a nuestros hijos nos permite darles toda nuestra atención al tiempo que no tenemos que intervenir en sus juegos o actividades. Nos ayuda a conocerlos mejor y, sobre todo, a conectar con ellos. Observad siempre con una mirada amorosa, curiosa, sin crítica ni juicio.
¿Qué hacer si se produce una «travesura»?
Os diría que depende, si se trata de uno de los límite de integridad física que os expuse antes, intervengo. Si es sólo una travesura pequeñita que luego va a requerir que limpiemos, lo dejo estar. Si veo que hay una posibilidad de que haya un conflicto familiar muy grande (que incluya, por ejemplo, que el sofá se llene de pintura, aunque sea sin querer), también intervengo.
Actualmente, cuando Abril quiere hacer algo que sabe que yo no aprobaría me dice, muy pícara, «mami, ahora no me mires, ¿vale?» Por un lado no me miente, porque me avisa de que la va a liar, pero por el otro lado me pide que respete sus decisiones. Por supuesto, si tengo que hacerlo, intervengo y, al final, nos reímos las dos. La clave está en no desconectarnos de nuestros hijos. Y además, si en algún momento no actuamos como nos gustaría ¡somos humanos! Pedir disculpas no nos resta autoridad, más bien al contrario, restablece nuestra confianza y respeto mutuos y es un primer paso hacia el diálogo y la discusión pacífica.
PORQUE NO INTERRUMPIR: LA CONCENTRACIÓN
Una de las primeras presentaciones que recibe un niño al llegar a un aula Montessori es aprender a observar el trabajo de un compañero. Se les muestra, con una lección de gracia y cortesía, que “Nunca se debe interrumpir el trabajo de un compañero”. En casa se lo podemos ofrecer también si tienen hermanitos, se les puede animar a poner las manos en la espalda para evitar que intervengan y, sobre todo, no esperar mucho antes de los tres años 🙂 Esta sugerencia vale también para nosotros mismos, hasta que asimilemos que no debemos intervenir de ninguna manera, salvo que nos lo pidan o supuestos especiales, como que vayan a hacer daño al material o a sí mismos.
Interrumpir el trabajo de un niño tiene un doble peligro, por un lado, les estamos diciendo indirectamente que su juego, su trabajo, no es valioso y, por otro lado, ponemos en peligro su concentración. Y esto ocurre con 3-4 años, en preadolescentes, y, especialmente, en bebés.
Por esta razón, me parece muy importante este ejercicio de observación, para que nos demos cuenta, desde la práctica, desde nuestra vivencia, que es lo que ocurre cuando interrumpimos a un peque y si vuelve o no a involucrarse de la misma forma con el trabajo que estaba haciendo.
En Montessori, ya sabéis, predicamos con el ejemplo, cuando un peque nos interrumpe a nosotros, debemos prestarle atención, aunque, por supuesto, esto dependa de mil cosas: El contexto, la situación, la importancia de lo que estamos haciendo y la edad del niño. Si estamos haciendo algo poco importante que puede esperar y el niño es pequeño, debemos hacerle caso lo antes posible. Si el niño es más mayor y lo que hacemos tiene mucha importancia, podemos parar un segundo para establecer contacto visual y/o físico y pedirle que nos de un minuto antes de prestarle toda nuestra atención, no obstante, lo mejor sería poder involucrarle de alguna manera. De esta forma le estamos diciendo que nuestro trabajo es importante, pero que él también es valioso.
Os acordáis de nuestra discusión sobre el concepto de juego / trabajo, pues, tiene mucho que ver con la importancia de no interrumpir. El juego del niño, su trabajo, es algo tan valioso que no debemos interrumpirlo, igual que no interrumpiríamos a un cirujano operando a corazón abierto, ¿verdad?
Los niños poseen, especialmente en los primeros años, una íntima sensibilidad como necesidad espiritual, la cual puede ser eliminada por una educación mal dirigida o por las represiones y sustituida por una especie de esclavitud de los sentidos externos ante todos los objetos del ambiente. Nosotros mismos hemos perdido esa profunda y vital sensibilidad y al enfrentarnos con los niños, y verla resurgir en ellos, nos sentimos como ante un misterio revelado. Se manifiesta en el acto delicado de la libre elección, que una educadora, poco preparada para la observación, aplastaría antes de que llegara a esbozarse, como un elefante puede aplastar la corola de una flor que se está abriendo en un prado.
[…]
El niño que ha fijado la atención sobre el objeto escogido y que está concentrándose plenamente en la repetición de un ejercicio es un alma salvada en el sentido de la salud espiritual de que hablamos. A partir de ese momento ya no es necesario ocuparse del niño de otro modo que preparando un ambiente que satisfaga sus necesidades y eliminando los obstáculos que puedan crear un impedimento sobre la vía de la perfección. Antes de obtener la atención y la concentración, la educadora debe reprimirse, para que el espíritu del niño sea libre de expansionarse y expresarse; la importancia de su tarea radica en no interrumpir al niño en su esfuerzo. En este momento se revela la delicadeza moral de la educadora, adquirida durante su preparación. Esta debe aprender que no resulta fácil asistir o incluso sólo permanecer en observación. También al ayudar y servir, debe observar, porque el nacimiento del fenómeno de la concentración en el niño es delicado como el de un capullo a punto de florecer. No observará con objeto de hacer sentir su presencia o de ayudar a los más débiles con su fuerza; observará para reconocer al niño que se dedica a concentrar su atención y para contemplar el glorioso renacimiento del espíritu.
María Montessori, la Mente absorbente
TAREAS
1/ Observa tres objetos durante cinco minutos cada uno. Descríbelos sin decir que son en el foro y los demás intentaremos adivinarlo.
2/ Observa a tu hijo sin intervenir, sin sugerir y sin hablar prácticamente. Compártelo si lo deseas.
3/ Rellena estos impresos, uno sobre la observación nuestra y de los demás y otro sobre la de nuestros hijos.
4/ Creo que sería muy interesante completar los deberes haciendo que alguien observara vuestro comportamiento con vuestros hijos o alumnos. Puedes pasarle los apuntes y los impresos : )
- La observación es la técnica Montessori por excelencia, nos permite evaluar (no en el sentido de calificar) y ser conscientes de lo que necesita el niño.
- La evaluación ha de ser objetiva para que sea efectiva. Nada de juicios ni opiniones.
- Para observar a los niños es interesante practicar antes con objetos y/u otros adultos.