Pues otro gran temazo sobre el que no había reflexionado respecto a lo que podemos estar trasmitiendo a mis hijas.
Sí había reflexionado en la relación que tengo yo con el dinero y la que tiene mi pareja (que curiosamente se parece a la que tiene mi mejor amiga, con la que he convivido muchos años). Comparto ambas brevemente.
Mi familia materna es la que más me ha influido en este sentido, porque la actitud de la paterna en mi casa era «castigada». Venimos de una situación muy humilde, de supervivencia pero sin aspiraciones de cambio, sabiendo y asumiendo la condición de «humildad», de ser «pobres pero honrados». Con lo cual, tenemos una cultura del ahorro, del no malgastar, de depender de uno mismo para sobrevivir, de guardar para imprevistos, etc. Características que pueden ser positivas pero que poco te permiten soñar o arriesgar.
Mi pareja viene de una situación algo más cómoda y, sobre todo, de una posición de «hijo menor», con menos carga de responsabilidad y más capacidad para pedir ayuda. Aquí veo que él tiene menos miedo en cambiar de trabajo, en ingresar menos, en gastar ciertas cosas sin echar muchas cuentas, etc.
Esto nos supone algunas fricciones, pero las vamos hablando, para que yo sostenga menos y el aporte más.
Y nuestras hijas cómo se comportan… pues es difícil saberlo actualmente… Tenemos un sistema de paga con el que van comprándose sus caprichos, siendo conscientes del ahorro y del gasto. Y están aprendiendo poco a poco lo que suponen las diferentes decisiones.
Últimamente, también, estamos metiendo el concepto de comprar las cosas que seamos capaces de cuidar, porque en esta sociedad de la abundancia irreal en la que vivimos, los peques cuentan con un número de pertenencias que creo que son incapaces de gestionar por sí mismas. Hay que revisar ambiente y saber la edad que tienen y que hay cosas que van a ser imposibles, pero creo que la reducción puede ayudar tanto a niñas como a adultas.