En mi familia de origen el error estaba muy mal visto. No había castigos tipo «si haces algo mal, habrá esta consecuencia negativa» pero sí mucha crítica, exigencia y perfeccionismo. Eso es algo que estoy intentando trabajarme desde que soy madre, pero en los momentos de estrés y/o cansancio me saltan los automatismos. Me hubiera gustado involucrar más a mis hijos desde que eran pequeños en las tareas domésticas pero por las prisas y querer terminar cuanto antes, me costaba mucho acompañarlos con paciencia y buen humor cuando cometían «errores». Ahora intento anticiparme a mi propia frustración dándonos mucho tiempo para, por ejemplo, hacer juntos un bizcocho. Mi hija de 4 años sigue teniendo interés pero mi hijo de 9 años ya no tanto.
