1. Mi hija me pide que le lea un cuento (durante el día; siempre antes de irse a la cama les leemos cuentos a ella y a su hermano) y de antemano pactamos cuál vamos a leer. Cuando todavía no hemos terminado, me pide otro. Protesto un poquito pero acepto. Y de nuevo pide un tercero cuando estamos terminando el segundo. Tarde o temprano me exaspero y refunfuño, alguna vez le he dicho (de lo cual me arrepiento) que si no cumple su palabra, no le leeré más cuentos. . No se me ocurre otra forma de gestionarlo y me da pena porque me encanta leer y leerle cuentos pero no puedo pasarme todo el día sentada leyendo cuando, por ejemplo, hay que preparar la cena.
2. Después de un cuentacuentos había una actividad de hacer una manualidad relacionada con el tema del cuento. Un padre no dejaba que su hija de 3 ó 4 años cogiera las tijeras. Forcejeó con ella (lo cual era más peligroso que dejar que la niña usara las tijeras) y terminó quitándole las tijeras de malas formas y cogiéndola en brazos para llevársela de la mesa, llorando y pataleando. En lugar de explicarle cómo debía coger las tijeras de forma segura, él quería que ella obedeciera sin rechistar cuando él le dijo «deja las tijeras». Me hizo darme cuenta de lo impacientes y autoritarios que a veces somos con los niños, en lugar de tomarnos el tiempo de explicarles o mejor aún, mostrarles cómo hacer las cosas.
3. Ese libro me resultó muy ameno; hay capítulos que releo de vez en cuando y me hubiera encantado haberlo leído ya en mi primer embarazo 🙂
